Había una vez
un viejo y cegato burro de carga llamado Josep, al cual sus amos hacían
trabajar de sol a sol, solo por un poco de comida. Extenuado y lleno de llagas
purulentas, pasaba los días amargado, y sin tiempo siquiera para descansar. La avaricia de sus
dueños era tal, que viendo las ganancias que tenían cada día con el trabajo de
su pobre burro, le convencieron que tenía que trabajar dos horas más para
recibir su exigua ración. Él, comentaba con otros burros en iguales condiciones
que las suyas, lo que sus propietarios le imponían, y trataba de convencerlos
que era lo correcto. Es decir: era un burro esclavo y se comportaba como tal, y
al mismo tiempo se sentía muy orgulloso de serlo. Lo hacía entusiasmado, dándose
mucha importancia. Mientras tanto, sus avaros y malvados dueños engordaban cada
día un poco más, y cada día se hacían más ricos. Viendo lo tonto e ignorante que
era su burro, compraron otros cuantos especímenes de la misma raza. Los hacían
trabajar día y noche, mientras su hacienda iba creciendo y creciendo hasta límites
insospechados. De repente un día uno de los burros mas viejos, se paró a pensar
que aquella familia no era buena con ellos. Poco a poco su mente burril se dio
cuenta que en realidad eran explotados y matados de hambre y de sed. Un día
especialmente duro cuando cargaba sobre su lomo una descomunal piedra, le dijo
al burro Josep. Mira chico: yo creo que nos están matando a trabajar. Deberíamos
hacer alguna reivindicación laboral. ¿No te das cuenta que todo lo que ganan es
para ellos sin mejorar nuestras condiciones de vida?. El burro Josep que era
mas bien tonto además de pelota y chivato, fue con el cuento a sus amos
creyendo que estos se lo agradecerían.
Le
agradecieron el chivatazo con una pequeña zanahoria y le mandaron a seguir
trabajando y espiando a sus compañeros. Mientras, los malvados explotadores de
los burros, se reunieron muy preocupados y se dijeron, “estos burros son muy
tontos pero se están empezando a dar cuenta que los estamos explotando, tenemos
que hacer algo”. Entonces los avaros sinvergüenzas, Arturin, Jordi y Carod, después
de mucho deliberar, se dieron cuenta que había que convencer a los burros que
no eran burros, sino bellos caballos de raza. Que ellos eran superiores al
resto de los cuadrúpedos del pais y que su forma de rebuznar era diferente. Que
sus llagas y heridas no eran tal, que sus miserables vidas eran en realidad
maravillosas, y así sucesivamente. Se pusieron manos a la obra y no contentos
con lavarles su pequeño cerebro, empezaron a culpar de todos sus males a los
habitantes de otras regiones vecinas. Lo hicieron tan a conciencia que se
inventaron una historia en la cual ellos eran los héroes, y todos los demás los
villanos. Y ahí siguen: los burros mas burros que nunca, aun cuando ellos
piensan que son caballos, odiando a sus vecinos sin ningún motivo, lloriqueando
todo el día como viejas plañideras y creyéndose superiores a todo bicho
viviente. Mientras los amos se ríen a mandíbula batiente, comen y engordan cada
día mas y ahítos de poder y dinero, que se llevan descaradamente a paraísos fiscales
conocidos, manipulan a la población de burros que cada día son un poquito mas
acémilas.
Conclusión:
No se puede sacar nada de una cabeza
vacía.
Dedicado a
todos los cabezas huecas que creen que por nacer en algún lugar determinado,
son superiores al resto de los mortales.
P.D.: CON TODOS MIS RESPETOS HACIA LOS BURROS
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